lunes, 18 de febrero de 2013

ANTON GEESINK EL HOLANDÉS LUCHADOR

EL JUDOKA HOLANDÉS REALIZÓ UN IMPOSIBLE: GANAR LA MEDALLA DE ORO EN JUDO, DEPORTE DONDE LOS ANFITRIONES DE LOS JUEGOS DE TOKIO DE 1964 ERAN CASI COMO DIOSES 

POR SU CONTRIBUCIÓN AL DEPORTE Y EN ESPECIAL AL JUDO, GEESINK FUE CONDECORADO CON LA ORDEN DEL SAGRADO TESORO CON RAYO DE ORO QUE CONCEDE EL GOBIERNO DE JAPÓN 


Ese dia hubo tantos llantos, hombres y mujeres frotándose los ojos, caras de asombro silencio incredulidad y mucha admiración. En los juegos de Tokio el judo formó parte por primera vez del programa olímpico. La idea de los organizadores era sencilla: ganar todas las medallas posibles en una disciplina en la que aparentemente los japoneses no tendrían rival. Pero las cosas se torcieron aquel 23 de octubre de 1964. Sobre el verde tatami del Budokan, el incuestionable templo universal del judo , un holandés gigante no solo se proclamó campeón, sino que lo hizo ante el ídolo local. Aquella inolvidable final que enfrentó Anton Geesink y Akio Kaminaga duró apenas nueve minutos. Tiempo mas que suficiente para que 15000 personas  asistieran a la mayor derrota inflingida a Japón tras la Segunda Guerra Mundial.

Anton Geesink y el japonés Kaminaga durante la final
de judo de los Juegos de Tokio
El judoka Anton Geesink era un coloso: media casi dos metros y pesaba unos 125 kilos. Los años previos a la celebración de los Juegos Olímpicos había decidido trasladar su residencia a Japón para mejorar su técnica y comprender el deporte que tanto amaba desde su misma esencia. El enorme talento, del no menos enorme holandés, hizo el resto. Para alcanzar esa final que derribó todo los cimientos que sustentaban el orgullo nipón, Geesink realizó una competición impecable. En semifinales el ippon que le sirvió para meterse en la final tardó en llegar 12 segundos. El enemigo batido fue el australiano Theodore Boronovskis. Claro que Kaminaga no era menos rápido: a las primeras de cambio acabó con los sueños del Filipino Thomas Ong en solo cuatro segundos. Todo un récord que no sería superado hasta los Juegos de Barcelona de 1992, en los que el cubano Andrés Franco empleó tres para derrotar a Illus Isako, de Zaire.

Ya el año anterior a los juegos, en 1961, Anton Geesink había avisado de lo que era capaz, al ganar al japonés Koji Sone en el transcurso del Mundial celebrado en París. Olía a revancha en Tokio, donde parecía que Kaminaga ejercería el papel de vengador.  Los primeros momentos del combate fueron equilibrados, meditados al milímetro. Había tensión en el ambiente, una tensión que acabo precipitadamente cuando Geesink consiguió bloquear en el suelo a Kaminaga, que intentó inútilmente zafarse de su adversario.
Tras cumplirse los trienta segundos reglamentarios de inmovilización, el juez dio como vencedor al Holandés, que logró instantes después el más difícil todavía: que en el Budokan, los 15000 espectadores que solo querían llorar se levantaran y aplaudieran al ganador. Un gesto que se repitió durante la entrega de medallas. Japón estaba de luto, pero reconocía al que era por méritos propios el justo vencedor.

Judoka Holandés durante la entrega de medallas de los Juegos de Tokio
Akio Kaminaga no pudo triunfar en la categoría Open- para todos los pesos-. pero en las demás, al menos Japón fue invencible. Nakatani, Okano y Inokuma, otros ídolos locales, sí pudieron subir a lo más alto del podio. El gran derrotado se retiró definitivamente de la competición en 1968: nunca pudo superar la humillación sufrida en Tokio. Y, aunque leyendas urbanas dicen que se suicidó tras el gran varapalo sufrido, lo cierto es que siguió vivo y llegó a ser entrenador del equipo Olímpico de judo que participó en los Juegos de Barcelona de 1992. Falleció un año más tarde a causa de un cáncer. El que si que hizo el harakiri- de ahí la confusión- fue el atleta Koichi Tsuburaya que en Tokio llegó en tercer lugar en la segunda carrera olímpica de maratón que ganó Abebe Bikila, tras ser superado por el inglés Basil Heatley casi a punto de cruzar la línea de meta.

Aunque su mayor éxito fue su victoria a domicilio en los Juegos de Tokio, Anton Geesink siguió cosechando triunfos después de aquella final. En 1965 se proclamó de nuevo campeón del mundo y, hasta su retirada, sumó 13 títulos europeos. Cuando dejó de competir se dedicó a la enseñanza. Formó parte del Comité Olímpico Internacional hasta su muerte en verano de 2010.

Fue uno de los cuatro judokas de la historia que consiguió el décimo dan, el mayor escalón al que puede llegar un deportista en esta disciplina, junto a Daigo, Abe y Osawa, los tres grandes maestros nipones. El gigante que hizo llorar a Japón, el primer occidental en ganar la medalla de oro en judo en unos Juegos, siempre fué muy querido tan lejos de su casa.

 

Anton Geesink 
Holanda 
Utrech, 6 de abril de 1934
Utrech 27 agosto de 2010 

Deporte
Judo

Palmarés Olímpico
Juegos de Tokio 1964
Medalla de oro 
(Categoría Open)

No hay comentarios:

Publicar un comentario